El olivo milenario

Foto: Abel Laborda. Septiembre 2016.

Ha visto pasar miles de años, ha visto nacer y morir decenas de generaciones, ha visto fundar y destruir multitud de imperios, desde los romanos y sus esclavos a la revolución industrial y sus trabajadores, de los árabes y su hedonismo al hiperconsumismo de los móviles chinos y los muebles de Ikea, de los fundamentalismos cristianos a los fans de Gran Hermano.

Y sin embargo somos nosotros los que nos consideramos sabios, los que nos consideramos poderosos. Tan sólo por nuestra capacidad de destruir. Medimos el poder por nuestra capacidad de someter al otro, de que trabaje para nosotros, de que piense como nosotros, de ponerle un yugo o un collar, de que adore a nuestro mismo dios, de atravesarle con una espada, de que compre nuestra última ocurrencia o de que se nos abra de piernas, ya sea con voluntad o sin ella.

Y sin embargo sólo él sigue aquí, observando. Y cuando ya nadie se acuerde de nosotros él seguirá aquí. Sólo cuando aprendamos a conservar y a respetar quizá seamos dignos de ponernos a su lado. Y si algún día ya no lo está, entonces significará que habremos perdido definitivamente.

Texto: Abel Laborda. Octubre 2016.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*