End of summer

Foto: Abel Laborda. Septiembre 2017.

Hoy acaba el verano, hoy empieza la pesadilla… Sí, lo sé, me estoy poniendo demasiado tremendista, pero no lo puedo evitar 😂.

Ya sabéis que odio los inviernos, así que con el fin del verano empieza una época del año en la que me siento particularmente triste. Es extraño de explicar, pero en esta estación, con cada día que pasa y que las horas de luz se acortan más y más, siento también como si mi energía y mi alegría menguaran también, como si dependieran de una batería solar que, al falta de luz, no terminara de completar sus ciclos de carga . Y sí, ya sé que los días se llevan acortando desde junio pero la sensación empieza en otoño, sobre todo después del cambio de hora. Me mata salir de trabajar y que sea ya de noche.

Y me rebelo e intento engañar, sin duda de una forma infantil y poco efectiva, a mi mente. Me visto de colores chillones, prolongo la manga corta hasta límites quizá poco sanos, reviso una y otra vez las fotos del verano, cojo las gafas de sol aunque me molesten más que otra cosa, voy a la playa si puedo y me refugio en cada rincón soleado que encuentro.

Y el caso es que, fotográficamente hablando, debería estar contento. El otoño aporta otros matices al paisaje. Es el tiempo del rojo y del ocre, del viento en el pelo, del bosque y de la bruma. Pero yo me siento algo marchito, como esas hojas cuyo ciclo ha terminado y que van poco a poco dejándose caer desde las ramas de los árboles.

Foto: Abel Laborda. Septiembre 2017.

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